Cierra la librería Sintagma. Los amantes de los libros de Almería tenemos que dar las gracias a Manuel Iborra y a Matilde por todo lo que han hecho durante estos años. Sé que Manuel se embarcará con éxito en nuevos proyectos, pero hoy siento bastante pena porque otra librería, y en mi provincia, echa el cierre.
No es una condena. Un amigo me contaba que otro amigo le había pasado a un ebook 5000000000 libros digitales, o así, desde un pen drive. Mi amigo, después de todo, es un voraz comprador de libros, pero conozco a demasiada gente que lleva un par de años sin comprarse un libro porque un amigo, su madre, la vecina del quinto o su cuñado le ha pasado un pen drive con 4500 libros. No leemos, o al menos no leemos lo suficiente. Viajar es más chuli, gastar los ahorros del año en viajes a la costa tártara, gastar en cañas para ahuyentar los calores, gastar en camisas del tío que juega al polo o en polos del cocodrilo. También hay demasiada gente que ha dejado de tener suficiente dinero, y no puede derrocharlo en libros. Todo eso ocurre mientras el auténtico caimán nos come. Nos come la flojera mental, tanto gobierno inútil al que no le importa que la educación española no sea lo que podría llegar a ser, ni que la gente no lea lo que podría llegar a leer, nos devora tanto ministro incapaz de cerrar varias televisiones privadas, y alguna pública, por haber convertido las mentes de un par de generaciones de jóvenes en pura filfa, en betún, pringados por toneladas de mierda sentimental ya imposible de digerir, ni aunque las medicinas les permitan vivir cien años.
No es una condena. Simplemente hemos sido incapaces de crear, tras cuarenta años de democracia, la trama cultural que mereceríamos, la que haría que fuera lógico que una ciudad de ochenta y cinco mil habitantes como El Ejido se permitiera una librería como Sintagma. Es el pequeño signo de un fracaso colectivo.
Los que amamos los libros seremos siempre una minoría un punto amargada, porque sabemos que nunca podremos extender el imperio de los libros hasta unas fronteras habitables. Pero tenemos fuego suficiente para subsistir. Los que compran los libros, sin embargo, menguan o no aumentan a la velocidad con la que se extienden las esperanzas en el futuro de la tecnología o en los avances de la medicina. Tengo la sensación agria de que, apresurados, nos hemos lanzado a un río de ácido, del que ya no se puede salir sin quemaduras irreversibles.
La noticia del cierre de Sintagma me hace sentir algo así. Probablemente esté equivocado, y los motivos por los que un negocio tiene que cerrar siempre son variados. Pero ahora mismo, mientras escribo esto, pienso que hemos claudicado, que preferimos regalar nuestras horas libres a las redes sociales, este reino de la charleta y el ingenio del que todos participamos, antes que leer, leer, leer sin freno como antes lo hacíamos muchos, con la avaricia de quien ansiaba cometer el delito del disfrute al que un libro te condenaba gozosamente.
Durante estos años Manuel Iborra ha inventado una programación cultural paralela a su trabajo en la librería. Han sido tantas y tan constantes las actividades, ha traído a El Ejido a tantos escritores, ha sido tan generoso con los que escribíamos desde este no-lugar, ha sido tal el torbellino de su creatividad, que cuando se conocía su librería, pequeña y selecta en fondos, uno se sorprendía de que todo lo que Sintagma generaba partiera de allí. Pero era la mente de Manuel la que trazaba líneas y pasaba una página tras otra, inventando cualquier iniciativa que pudiera divulgar a numerosos autores.
Por eso sé que Manuel seguirá aportando ideas, inventando formas de que la cultura siga viva en Almería, y por eso, en cierto modo, me apena que cierre Sintagma, más que por él, por lo que tiene de signo de los tiempos, de clausura de una posibilidad.
Si publico otro libro, en su solapa lucirá orgullosa la mención de que por «La canción de Brenda Lee» recibí el Premio Sintagma. Y con el paso del tiempo, estoy seguro, los de aquí y algunos de allí recordaremos que Sintagma no fue sólo una plaza de Atenas, que representa a diario una tragedia, sino un lugar de El Ejido, un espacio inverosímil en el que, por unos años, la cultura se hizo libro, y fue posible y viva. Perfilaremos nuestra propia mítica alrededor de esa pequeña librería que hubo una vez aquí.
Pero antes de que podamos disfrutar de esa mítica, hoy, estamos jodidos.
Quique
Mayorías que no leen
Mayorías que nos gobiernan
Y de ahí todo lo demás
Es mucho más grave de lo que parece
Maribel
Durante todos los años que viví en El Ejido, era la rara porque el domingo iba al cine (cuando lo hacían en la biblioteca pública) o al teatro. Era la rara porque, trabajando en los almacenes, en los descansos leía en vez de marujear (con 19 años).
Llegaron a preguntarme, cuando estaba leyendo El Señor de los Anillos (la edición de los tres libros en uno) si me estaba leyendo la biblia. Y así con todo.
Han pasado 20 años y por lo que leo, todo sigue igual.
Triste reflejo de este país.
Ánimas que roban el sueño | A pie de página
[…] cierre de la Librería Sintagma y reflexiones como la del escritor Miguel Ángel Muñoz a propósito de esta mala, muy mala noticia y sus posibles causas o la de Javier Fornieles, de la editorial Confluencias, que […]