El fénix islamista – Loretta Napoleoni

Publicado en: Ensayo, Literatura

portada_el-fenix-islamista_loretta-napoleoni_201501161413La irrupción brutal del Estado Islámico en el último año, y sus sorprendentes y repentinos triunfos en Irak y Siria, que le han permitido proclamar un califato en una extensión de tierra mayor que la del Reino Unido, han originado, a estas alturas, millones de páginas en los periódicos y revistas de todo el mundo. Sin embargo, la situación es tan cambiante que cualquier libro que se publique al respecto queda superado por la rapidez de los acontecimientos sobre el terreno. Sólo hay que ver lo ocurrido esta semana en Yemen, con la intervención del ejército saudí en aquel país para contener el avance de los huthíes, una secta chií que intenta hacerse con el control de Adén, la segunda ciudad del país tras la capital Saná, ya en su poder. En realidad, Arabia Saudí busca contener el avance de la influencia iraní y cercenar cualquier posibilidad de que el chiismo, que también se hizo con el gobierno de Irak, pueda llegar a las puertas de la monarquía wahabista.

Esta nueva variable en el diabólico entramado de influencias e intereses mutuos que conforma Oriente Medio no ha podido ser contemplada por Loretta Napoleoni en su libro El fénix islamista, publicado por Paidós, que es una asequible guía para entender los distintos hilos entrecruzados de los que diversas naciones árabes tiran al mismo tiempo, amenazando con que todo se enfangue en una situación todavía más compleja de la que ahora lo es. El ejemplo de Yemen es uno más de que cualquier azaroso movimiento de tropas obliga a reconsiderar la política de alianzas entre potencias que en estos momentos, de un modo ridículo, ha logrado que Estados Unidos, Turquía, Irán o Arabía Saudí estén combatiendo junto a sus enemigos tradicionales para revertir la situación por la que el Estado Islámico se ha hecho con el control de la segunda provincia de Irak, Mosul, y de la mitad del territorio del país, así como con el este de Siria, estableciendo la sede de su poder en Raqqa.

Napoleoni traza la historia del surgimiento de Isis, siglas inglesas de lo que en árabe se conoce como Al Dawlat, el Estado. Las conclusiones son devastadoras para Occidente, por evidentes: Isis nace de la rama de Al Qaeda en Irak liderada por Al Zarqawi. Tras la muerte de este en 2006 en un bombardeo americano y el apoyo que recibieron las nuevas autoridades iraquíes de determinadas tribus sunitas para contrarrestar los ataques sectarios contra los chiíes, el grupo parecía arrinconado en la frontera con Siria, sufriendo una sangría constante en sus tropas y una inevitable decadencia, segura tras la muerte de Bin Laden. Pero es precisamente la guerra en Siria, tan mal gestionada por Occidente y Estados Unidos -con Obama, el taciturno, un pasito p’alante y otro p’atrás-, la que permitió que Arabia Saudí apoyara a Isis con ingentes cantidades de dinero buscando derrocar a Al Asad. Al Asad se ha quedado, y el dinero saudí ha permitido que Isis también. Es más, han logrado una soñada autofinanciación, gracias al contrabando del petróleo que gestionan de los pozos conquistados, así como a los impuestos que recaudan en las zonas bajo su control, lo que les ha llevado a tal seguridad en sí mismos como para proclamar un califato y el deseo manifiesto de unir a todo el Islam bajo su manto, redefiniendo las fronteras artificiales que Europa, en plena I Guerra Mundial, dibujó para los países árabes.

La economista y periodista Loretta Napoleoni se ha especializado en la investigación de las finanzas del terrorismo global (ver vídeo Ted, abajo). Para ella, el terrorismo contemporáneo ha pasado por tres fases desde 1945. Uno ha sido el terrorismo de Estado, el apoyo recibido por determinados grupos terroristas desde los gobiernos de varios países, siempre en la sombra. El terrorismo es caro, y necesita fondos constantemente. Una segunda fase sería la privatización del terrorismo, ese momento en que las organizaciones terroristas lograron su propia autofinanciación, caso de la OLP de Arafat, que en sus mejores momentos poseía unos fondos superiores al PIB de muchas naciones árabes. El tercer estadio es la globalización del terrorismo, la fase de expansión mundial vivida tras el  11-S.

Curiosamente, ese análisis general del terrorismo hecho en 2009 ha tenido su réplica en miniatura en el proceso de expansión del Estado Islámico, que pasó por ese apoyo financiero inicial de Arabia Saudí; más tarde entró en una fase de guerra intermediada que dio paso a la independencia financiera y crecientes recursos económicos generados por la propia dinámica interna del califato y, por último, una fase de expansión dentro del territorio de Oriente Medio, que incluye actos terroristas de gran impacto en otros países europeos.

Frente a los rebeldes de Siria, Estado Islámico desarrolla una «guerra de conquista propia». En los lugares que  ocupa, gracias al desmoronamiento inmediato del corrupto ejército iraquí, establece lazos de participación y complicidades con las autoridades locales suníes. Ha desarrollado un modelo de estado-caparazón, dotado de una apariencia de instituciones estatales, sin que exista el Estado por sí mismo, que no tiene integración política. Los miembros de su ejército, en crecimiento constante gracias a los milicianos que se les unen por miles, están mal pagados pero también ideológicamente motivados. Según Napolitano, la extremada violencia que están mostrando al mundo es comparable a la de otras organizaciones armadas, aunque en su caso hay un empleo tecnológico de las barbaridades. Barbaridades que no son muy distintas de las que los serbios ejercieron en los Balcanes, pese a que no fueran difundidas al mundo en tecnología HD. Tampoco hay que irse muy lejos respecto de la crueldad de otros conflictos: la guerra en Ruanda en el 93 o incluso la guerra del Vietnam, en la que murieron 60.000 soldados norteamericanos y, también, no menos de dos millones de civiles vietnamitas, miles de ellos despellejados por el napalm.

La imagen que recibimos de Estado Islámico es simplemente el aspecto bárbaro, del que se vanaglorian, como cuando en vísperas de la Copa del Mundo de fútbol del año pasado colgaron en twitter un partido de fútbol disputado con cabezas de sus víctimas. Pero es una torpeza que nos quedemos en esa imagen. Las declaraciones simplonas de Rajoy diciendo que esta es una guerra de la «barbarie contra la civilización» formulan una cortedad de miras espeluznante. Si no entendemos que la población de los territorios en los que el Estado Islámico se ha hecho fuerte, en Siria e Irak, han encontrado en ellos un modelo de cierta eficacia y organización frente al sectarismo y corrupción llegada desde Bagdad, con el chií Maliki a la cabeza, o de la devastadora guerra siria, si no entendemos la extrema dificultad de darle una salida pacífica a un territorio en el que el sectarismo religioso alentado por el wahabismo saudí ha convertido la religión en pura sangre, Europa o Estados Unidos no podrán contribuir a la solución del problema y a la victoria sobre Estado Islámico.

De todos modos, creo que Napoleoni se ha dejado influir demasiado por esa pretendida eficacia que la opacidad informativa existente en los territorios del califato permite imaginar, sin que probablemente sea tal. La autora italiana se tira a la piscina cuando da a entender que la única salida para el problema sea quizás el reconocimiento no muy lejano del Estado Islámico, como país dentro de un Oriente Medio reconfigurado con otras fronteras establecidas según influencias religiosas, con lo que eso conllevaría de genocidio cultural y humano para aquellos que no pertenecieran a la secta religiosa dominante. Establece paralelismos entre la actual situación y la que dio lugar al nacimiento del Estado de Israel. Ambos, afirma, parten de una firme convicción religiosa que amalgama las pretensiones políticas. No ve tan imposible que el Estado Islámico dé lugar al primer país del mundo nacido a partir de una organización terrorista. Según ella, han incorporado a su acción parte de las características del estado moderno, como la legitimidad obtenida mediante un contrato social implacable.

Afirmar esto, cuando ella misma reconoce que la información existente es casi nula y que nos hemos limitado a dar credibilidad a Twitter o a Facebook frente a otras fuentes fiables, parece excesivo. De hecho los últimos acontecimientos producidos tras la publicación del libro -la reconquista de Tikrit por el ejército irakí apoyado por milicias iraníes comandadas por el general Qasim Soleimani, con la ayuda desde el aire de bombardeos norteamericanos, pese a que aquel, en la sombra, dirigió ataques terroristas contra las tropas de Estados Unidos en Irak; la contraofensiva que se está preparando para recuperar en abril o mayo la ciudad de Mosul; el inminente acuerdo nuclear entre los americanos e Irán, o los últimos acontecimientos en Yemen- demuestran que la situación en Oriente Medio puede cambiar con la misma rapidez con la que los triunfos iniciales del Estado Islámico dejaron estupefacto al mundo.

Puede, incluso, girar a peor.

El fracaso de la guerra de Bush y Blair en Irak ha demostrado que la intervención militar no es la mejor solución para alcanzar la paz en Oriente Próximo. Muy al contrario, produce frankensteins como el Estado Islámico.

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  1. […] este libro que funciona, con El fénix islamista, como perfecto díptico de introducción a los motivos que han allanado el camino al surgimiento […]

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