Quien quisiere ser amado
trabaje por ser presente,
que cuan presto fuere ausente,
tan presto será olvidado;
y pierda toda esperança
quien no estuviere en presencia,
pues son olvido y mudança
las condiciones de ausencia.
(Jorge Manrique)
El que procura amar se ausenta, juega al escondite, busca otra casa, se aloja en una habitación distinta, con esquinas cubiertas por arañas encamadas que han olvidado el modo de hacer daño. Y desde la lejanía echa de menos. Cree que es la forma de llegar a ser querido, busca un reconocimiento, el merecimiento de un hallazgo. Ella olvida y muda en condiciones de ausencia. De nada sirve añorar el otro cuerpo: lo que place es ser visto por quien ve. Por eso José Ángel Valente, cuando reconoce «No quiero más que estar sobre tu cuerpo/ como lagarto al sol los días de tristeza», admite que la fascinación de las desapariciones está sobrestimada.
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